7 y dijo a sus hombres: «Yahveh me libre de hacer tal cosa a mi señor
y de alzar mi mano contra él, porque es el ungido de Yahveh.»
8 David habló con energía a sus hombres para que no se lanzasen
contra Saúl. Saúl marchó de la cueva y continuó su camino,
9 tras lo cual se levantó David, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl:
«¡Oh rey, mi señor!» Volvió Saúl la vista, e inclinándose David, rostro en
tierra, se postró ante él,
10 y dijo David a Saúl: «¿Por qué escuchas a las gentes que te dicen:
David busca tu ruina?
11 Hoy mismo han visto tus ojos que Yahveh te ha puesto en mis
manos en la cueva, pero no he querido matarte, te he perdonado, pues me
he dicho: No alzaré mi mano contra mi señor, porque es el ungido de
Yahveh.
12 Mira, padre mío, mira la punta de tu manto en mi mano; si he
cortado la punta de tu manto y no te he matado, reconoce y mira que no hay
en mi camino maldad ni crimen, ni he pecado contra ti, mientras que tú me
pones insidias para quitarme la vida.
13 Que juzgue Yahveh entre los dos y que Yahveh me vengue de ti,
pero mi mano no te tocará,
14 pues como dice el antiguo proverbio: De los malos sale malicia,
pero mi mano no te tocará.
15 ¿Contra quién sale el rey de Israel, a quién estás persiguiendo? A
un perro muerto, a una pulga.
16 Que Yahveh juzgue y sentencie entre los dos, que él vea y defienda
mi causa y me haga justicia librándome de tu mano.»
17 Cuando David hubo acabado de decir estas palabras a Saúl, dijo
Saúl: «¿Es ésta tu voz, hijo mío David?» Y alzando Saúl su voz, rompió a
llorar,
18 y dijo a David: «Más justo eres tú que yo, pues tú me haces
beneficios y yo te devuelvo males;
19 hoy has mostrado tu bondad, pues Yahveh me ha puesto en tus
manos y no me has matado.
20 ¿Qué hombre encuentra a su enemigo y le permite seguir su
camino en paz? Que Yahveh te premie por el bien que hoy me has hecho.
21 Ahora tengo por cierto que reinarás y que el reino de Israel se
afirmará en tus manos.